28 septiembre 2012

Malos Hábitos Emocionales

Desde pequeña aprendí  que todo se tenía que hacer rápido y con altos estándares de calidad si se deseaba tener éxito. No podía darme cuenta  cómo estaba manejando mis emociones. Era como una regla, no mencionada, que para lograr los objetivos deseados de una manera exitosa, había que tener altos niveles de estrés. Al  casarme, migrar a otro país y empezar mi vida independiente lejos de mi núcleo familiar, pude darme cuenta de las consecuencias que este comportamiento  empezaba a tener en mi salud mental y física.

La modernización de la sociedad exige estándares cada vez más altos  en  la vida de los adultos que pretenden tener éxito, quitándoles un poco más de salud y  vida.  El problema viene cuando  nos convertimos en padres o mentores de mentes jóvenes, pues si no analizamos nuestras motivaciones y  métodos para llegar al éxito, podemos transferir estos malos hábitos de manejo de estrés a las generaciones siguientes. Lo que yo  diría, es una suerte de contaminación emocional... Es decir, a nuestras generaciones futuras no solo les estamos dejando un  planeta lleno de gases tóxicos y escasez de recursos naturales, si no también les estamos dejando técnicas pobres de manejo de problemas   emocionales, lo cual afecta su desenvolvimiento y desarrollo saludable en la sociedad.

Otro ejemplo son aquellas personas que buscan cualquier motivo grande o pequeño, prestado o propio para deprimirse y pasar un mal rato. En muchos casos estas personas se sienten incomprendidas  por ser altamente sensibles y no ser capaces de afrontar los problemas de manera adecuada. Son personas etiquetadas como “dramáticas” y se piensa que lo hacen para llamar la atención. Lo que no vemos es que talvez, esta persona aprendió a lidiar con los problemas  de este modo por  crianza, por alguna experiencia o porque no sabe que mas hacer, pues nunca tuvo la oportunidad de aprender a resolver sus problemas de otra manera. Estos son malos hábitos emocionales que afectan nuestro desenvolvimiento social, nuestras relaciones y nuestra salud física. 

No es fácil darnos cuenta de esto pues vivimos en una sociedad donde las emociones no se analizan solo se viven, explotan o se embotellan dentro de uno mismo. Pero nunca las procesamos  y mucho menos las usamos a nuestro favor. Pensamos que las emociones y  el pensamiento  están en desacuerdo.

Mucho de los casos que vemos en consulta terapéutica son debido al mal hábito de embotellar  las emociones pues esto es considerado característica de fortaleza. Como por ejemplo cuando le decimos a un niño varón que “los niños no lloran" o cuando le decimos a una niña que se va a volver fea por enojarse. Todos estos mensajes para fortalecernos que recibimos cuando éramos pequeños de parte de nuestros  padres, mentores o la sociedad, los llevamos dentro de nosotros. Luego se traducen en pensamientos (o creencias) que a su vez se manifiestan en conductas poco saludables de adultos, como cuando no podemos decirle a alguien que estamos enojados por miedo al rechazo o cuando no podemos mostrar nuestras frustraciones /tristezas a nadie pues nos pueden creer débiles. Expresar las emociones de forma asertiva puede ayudarnos a solucionar problemas. Si no salen de nosotros, nos convertimos en una olla de presión que, o explota  en el momento menos indicado o se transforma en dolencias físicas, por que el contener las emociones, puede generar niveles de estrés muy elevados que  tienen repercusiones en nuestro sistema inmunológico.

Algunas sugerencias para el manejo adecuado de las emociones:

  •  Daniel Goleman, PhD,  nos dice en su libro “La Inteligencia Emocional “  que “La familia es la primera escuela de aprendizaje emocional”.  El niño tiene como  primer modelo emocional a los padres o figuras paternas, por lo tanto es importante empezar por analizar nuestros hábitos emocionalescomo adultos para poder  transmitir buenos hábitos emocionales  a nuestros hijos.
  • Es importante poner nombres a nuestras emociones  sobretodo al momento de expresarlas o compartirlas, haciéndonos responsables de las mismas. Por ejemplo una esposa que le dice a su marido “Me haces enojar cuando llegas tarde de noche” Podría cambiar su manera de comunicarse diciendo “Yo me siento enojada cuando llegas tarde de noche porque pienso que…..”  Esto se puede  usar con otras emociones como tristeza, arrepentimiento, alegría, miedo, admiración.
  • Identificar los pensamientos que nos hacen reaccionar de una manera poco saludable. Esto se logra haciéndonos la pregunta  “¿Qué estoy pensando en este momento?” “¿Por qué pensar así me hace sentir de esta manera?” (deprimida(o), colérica(o), frustrado, etc.)
  •  No existen emociones “malas” o “buenas”, sólo existen emociones. Sin embargo, el nivel que alcancen las mismas sí son determinantes en qué tan adecuadas o no puedan ser nuestras conductas.  Por ejemplo, sentirse triste es una emoción funcional, pues nos permite demostrar que tenemos algo que nos apena, que nos duele, y nos dará la suficiente claridad para vivir este dolor pero también como para poder superarlo y continuar con nuestras vidas. Cuando esta tristeza se convierte en depresión, entonces nuestra vida se ve afectada y no logramos manejarnos de forma adecuada afectando nuestra funcionalidad. Igual puede suceder con una alegría cuando se convierte en euforia y podemos tener conductas que incluso pueden poner en riesgo nuestra vida y/o la de otras personas.
  •  Procuremos ser empáticos con otros y nosotros mismos a menudo. Trátate como te gustaría que te traten.

“Cada uno de nosotros es su propio clima, determina el color del cielo dentro del universo emocional en el que habita.”    (Fulton J. Sheen)