13 mayo 2014

De La Frustración & Otros Demonios...

     La frustración es algo difícil de tolerar para algunas personas, pero para poder entender mejor a cerca de la misma, primero definamos algunos conceptos.


Frustración: Del latín frustratĭo, la frustración es la acción y efecto de frustrar (dejar sin efecto o malograr un intento). Se trata de un sentimiento desagradable que se produce cuando las expectativas de una persona no se ven satisfechas al no poder conseguir lo pretendido.
 
Emociones funcionales: o racionales,  son aquellas que nos ayudan a desarrollarnos y generan a su vez conductas funcionales. 

Emociones disfuncionales: o irracionales, son aquellas emociones que no nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos y generan conductas disfuncionales.


     Bajo estos conceptos definidos podemos decir que, cuando reaccionamos de forma disfuncional debido a que nos sentimos frustrados, no estamos reaccionando de esa manera por la frustración en sí, si no, debido a que  nuestra tolerancia a la frustración es baja.


    Todos hemos experimentado y experimentamos frustración, debido a diferentes motivos, desde los más mínimos (como por ejemplo cuando no nos sale un dibujo) hasta los más complejos (por ejemplo cuando un proyecto de meses se ve truncado por situaciones fuera de nuestro control). Sin embargo, las reacciones pueden ser de igual dimensión sin importar cuál sea el motivo de la frustración.

     En estas líneas vamos a hablar a cerca de esas “pequeñas” frustraciones que pueden causarnos un huracán de emociones y conductas disfuncionales. Aquella dieta que no funciona (a los dos días de empezada) y que nos genera emociones de tristeza profunda, desesperación, ansiedad elevada y que termina por introducirnos en conductas autodestructivas, como comer en exceso, sentir lástima por uno mismo y buscar aislarse de todo y de todos. En general conductas que refuerzan nuestras emociones disfuncionales.


     Otro ejemplo es cuando no logramos obtener la nota deseada en un examen (el primero del ciclo), o cuando estamos realizando alguna manualidad y no resulta como deseamos. Y nuestra reacción ante esa frustración se convierte en agresividad, insultamos al profesor, tiramos la manualidad a la basura o la rompemos.
En fin, todas aquellas conductas disfuncionales que al final no nos ayudan a resolver nuestros problemas y que es posible que, a su vez,  resulten en mayores frustraciones.
Entonces, ¿Cómo podemos ayudarnos a tener una mejor tolerancia a la frustración? 
  • En primer lugar, aceptando y reconociendo cuánta tolerancia a la frustración tenemos. Para esto es necesario tener el coraje de realizar una autoevaluación, bastante objetiva a cerca de nuestras conductas al momento de sentirnos frustrados (lloro, me aíslo, grito, rompo, tiro cosas, etc.)
  • Luego, cuando ya tenemos la lista de conductas coloquémosle nombre a la emoción que genera dicha conducta (tristeza, depresión, cólera, ira).
  • Paso siguiente coloquemos niveles a esa emoción: del 0 al 10, donde 0 es nada y 10 es lo peor que he sentido en mi vida, ¿qué número le pondrías a tu emoción?
  • Una vez realizada la lista de conductas, relacionar conductas con emoción y teniendo conocimiento del nivel de emoción que sentimos, retoma la frustración inicial y pregúntate: ¿Qué fue lo que me hizo sentir frustración?
  • Ante la respuesta a esta pregunta, piensa si tu emoción y conducta ayudaron a mejorar la situación, si resolvieron el problema que te estaba generando la frustración. Si la respuesta es no, entonces viene la pregunta si tu conducta, y por lo tanto la emoción que la generó te causó algún otro inconveniente (si tiraste las cosas hizo que luego tuvieras que limpiar, si lloraste y se te hincharon los ojos o te dolió la cabeza, si el aislarte hizo que perdieras la oportunidad de estar con tu familia o tu pareja, etc.)
  • Cuando ya tengas todas tus respuestas, preséntate este cuestionamiento: ¿Vale la pena sentir esa emoción, en ese nivel y comportarme como me comporté ante la situación frustrante?
  • Y otro cuestionamiento un poco más profundo es ¿Qué dice de mí el equivocarme o que las cosas no salgan como lo planee? ¿Por qué me molesta o me deprime tanto el equivocarme o percibir que me he equivocado? ¿Puedo controlar la situación para no volver a frustrarme o no está bajo mi control? Y aun estando bajo mi control, ¿qué es lo peor que podría pasar si aun así las cosas no se presentan como lo esperé?
    Recordemos que nos estamos centrando en situaciones frustrantes que no afectan nuestras vidas en forma crucial, pero sin embargo sentimos y actuamos como si lo fueran. 

     El poder ayudarnos a controlar y mejorar nuestra tolerancia a la frustración frente a estas situaciones nos ayuda a “entrenar” nuestro pensamiento para obtener una mejor aceptación de nosotros mismos y a su vez poder utilizar lo aprendido para manifestar emociones y conductas funcionales en situaciones similares pero tal vez de mayor envergadura.

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