La frustración es algo
difícil de tolerar para algunas personas, pero para poder entender mejor a
cerca de la misma, primero definamos algunos conceptos.
Frustración: Del latín frustratĭo, la frustración es la acción y efecto de frustrar (dejar sin efecto o malograr un intento). Se trata de un sentimiento
desagradable que se produce cuando las expectativas de
una persona no se ven satisfechas al no poder conseguir lo pretendido.
Emociones
funcionales: o racionales, son aquellas que nos ayudan a desarrollarnos
y generan a su vez conductas funcionales.
Emociones
disfuncionales: o irracionales, son aquellas emociones que
no nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos y generan conductas disfuncionales.
Bajo estos conceptos
definidos podemos decir que, cuando reaccionamos de forma disfuncional debido a
que nos sentimos frustrados, no estamos reaccionando de esa manera por la
frustración en sí, si no, debido a que
nuestra tolerancia a la frustración es baja.
Todos hemos experimentado y
experimentamos frustración, debido a diferentes motivos, desde los más mínimos
(como por ejemplo cuando no nos sale un dibujo) hasta los más complejos (por
ejemplo cuando un proyecto de meses se ve truncado por situaciones fuera de
nuestro control). Sin embargo, las reacciones
pueden ser de igual dimensión sin importar cuál sea el motivo de la
frustración.
En estas líneas vamos a
hablar a cerca de esas “pequeñas” frustraciones que pueden causarnos un huracán
de emociones y conductas disfuncionales. Aquella dieta que no
funciona (a los dos días de empezada) y que nos genera emociones de tristeza
profunda, desesperación, ansiedad elevada y que termina por introducirnos en
conductas autodestructivas, como comer en exceso, sentir lástima por uno mismo
y buscar aislarse de todo y de todos. En general conductas que refuerzan
nuestras emociones disfuncionales.
Otro ejemplo es cuando no
logramos obtener la nota deseada en un examen (el primero del ciclo), o cuando
estamos realizando alguna manualidad y no resulta como deseamos. Y nuestra
reacción ante esa frustración se convierte en agresividad, insultamos al
profesor, tiramos la manualidad a la basura o la rompemos.
En fin, todas aquellas
conductas disfuncionales que al final no nos ayudan a resolver nuestros
problemas y que es posible que, a su vez,
resulten en mayores frustraciones.
Entonces, ¿Cómo podemos
ayudarnos a tener una mejor tolerancia a la frustración?
- En primer lugar, aceptando y reconociendo cuánta tolerancia a la frustración tenemos. Para esto es necesario tener el coraje de realizar una autoevaluación, bastante objetiva a cerca de nuestras conductas al momento de sentirnos frustrados (lloro, me aíslo, grito, rompo, tiro cosas, etc.)
- Luego, cuando ya tenemos la lista de conductas coloquémosle nombre a la emoción que genera dicha conducta (tristeza, depresión, cólera, ira).
- Paso siguiente coloquemos niveles a esa emoción: del 0 al 10, donde 0 es nada y 10 es lo peor que he sentido en mi vida, ¿qué número le pondrías a tu emoción?
- Una vez realizada la lista de conductas, relacionar conductas con emoción y teniendo conocimiento del nivel de emoción que sentimos, retoma la frustración inicial y pregúntate: ¿Qué fue lo que me hizo sentir frustración?
- Ante la respuesta a esta pregunta, piensa si tu emoción y conducta ayudaron a mejorar la situación, si resolvieron el problema que te estaba generando la frustración. Si la respuesta es no, entonces viene la pregunta si tu conducta, y por lo tanto la emoción que la generó te causó algún otro inconveniente (si tiraste las cosas hizo que luego tuvieras que limpiar, si lloraste y se te hincharon los ojos o te dolió la cabeza, si el aislarte hizo que perdieras la oportunidad de estar con tu familia o tu pareja, etc.)
- Cuando ya tengas todas tus respuestas, preséntate este cuestionamiento: ¿Vale la pena sentir esa emoción, en ese nivel y comportarme como me comporté ante la situación frustrante?
- Y otro cuestionamiento un poco más profundo es ¿Qué dice de mí el equivocarme o que las cosas no salgan como lo planee? ¿Por qué me molesta o me deprime tanto el equivocarme o percibir que me he equivocado? ¿Puedo controlar la situación para no volver a frustrarme o no está bajo mi control? Y aun estando bajo mi control, ¿qué es lo peor que podría pasar si aun así las cosas no se presentan como lo esperé?
Recordemos que nos estamos
centrando en situaciones frustrantes que no afectan nuestras vidas en forma
crucial, pero sin embargo sentimos y actuamos como si lo fueran.
El poder ayudarnos a
controlar y mejorar nuestra tolerancia a la frustración frente a estas
situaciones nos ayuda a “entrenar” nuestro pensamiento para obtener una mejor
aceptación de nosotros mismos y a su vez poder utilizar lo aprendido para manifestar
emociones y conductas funcionales en situaciones similares pero tal vez de
mayor envergadura.
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